En Docu TVE, transmitieron unos mini espacios dedicados a los Juegos Olímpicos con píldoras sobre los hechos más destacados de estos eventos deportivos a lo largo de la historia y me encantó la referencia que hicieron a la prueba del maratón de 1912 en Estocolmo.
La jornada vivió un calor sofocante y la mitad de los corredores tuvieron que abandonarla exhaustos. En aquella prueba competía por primera vez un japonés que estuvo acompañado por el fundador del Judo, Jogoro Kano. El atleta japones Kamakury se reveló como una de las alternativas, pero a mitad de recorrido se desvió de su camino y fue a parar a una casa en donde sus moradores le obsequiaron con bebidas refrescantes que le ayudaron a reponer sus ya mermadas fuerzas. Pero se debió sentir tan bien que se quedó dormido en la casa de sus anfitriones y despertó al día siguiente.
Avergonzado, regresó a Japón a escondidas y no facilitó ninguna explicación.
En 1970, el atleta maratoniano, unos cuantos años más crecidito, decidió volver a Estocolmo a terminar lo que había empezado y reemprendió la carrera en el mismo punto donde la dejó en 1912. Consiguió terminar en esta ocasión, pero su marca sólo pasará a la historia como la del atleta que más tiempo ha empleado en cubrir un maratón: 54 años 123 días, 22 horas y 38 minutos.
La historia es real, aunque parezca lo contrario. Y de hecho según algunas fuentes afirman que éste o el otro japonés que intervino en la carrera se paró también a beber una naranjada que le ofreció una mujer sueca desde una ventana. Desapareció durante 50 años.
Reapareció al cabo de ese tiempo en un programa de la televisión y por lo visto se casó con la sueca, se quedó a vivir ahí y tuvo 6 hijos con ella.
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