La corrupción es una problemática cuyas dimensiones la dotan de una serie de grandes contradicciones. Tiene una faceta que no es muy inmediata, el la ilegalidad de nivel de calle. Es ahí donde comprendemos a la corrupción en su versión más mundana, en las mordidas, en los diablitos que perpetuamente roban electricidad, en las hordas de ambulantaje que invaden las banquetas, en las piezas robadas de autos que se venden con todo el descaro etcétera. Luego hay una faceta lejana cuya distancia la vuelve más difícil de comprender.
Esa es la ilegalidad que ocurre en las grandes instituciones de gobierno, la que operan las organizaciones transnacionales del crimen organizado y de la cuál no están exentas las empresas globales. En una encuesta global sobre fraude levantada por Ernst & Young 39% de las empresas encuestadas afirmaron que la corrupción es una práctica común en los países en los que operan. En nuestro país el panorama no dista de la percepción captada por esta encuesta. De acuerdo a Transparencia Mexicana las empresas mexicanas son las terceras más corruptas al hacer negocios en el exterior, sólo superadas por sus contrapartes de Rusia y China.
A nivel interno las empresas nacionales gastan aproximadamente 10% de sus ingresos en actos de corrupción, mientras que más del 44% realizan pagos a funcionarios públicos de los tres órdenes del gobierno para poder operar, de acuerdo a la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) ¿Porqué esta prevalencia de la corrupción entre el sector privado? Las respuestas son muchas y complejas pero deben explorarse para entender la faceta de este mal que está empañada por la secrecía. De acuerdo a la encuesta de Ernst & Young 15% de las empresas consultadas consideran justificable los sobornos para conseguir proyectos en momentos de desaceleración económica. En 2011 esa percepción correspondía al 9% de los encuestados. Resulta grave que los sobornos reditúan. Un estudio conjunto de la Universidad de Cambridge y la Universidad Baptista de Hong Kong examinó 166 casos conocidos de soborno en 52 naciones y descubrió que en promedio los retornos del soborno para obtener un contrato fueron entre 10 y 11 veces superiores. En las licitaciones gubernamentales los altos mandos concentran el 4.7% del valor de los contratos que otorgan en forma de sobornos, mientras que sus contrapartes de menor jerarquía obtienen 1.2%.
El estudio también descubrió que la proporción de los sobornos depende del entramado institucional de cada país; los países más subdesarrollados con mayores cargas aduanales presentan los sobornos en efectivo más grandes. Estas naciones tienen instituciones más débiles y con mecanismos de control laxos sobre sus funcionarios públicos. Las empresas con mejor desempeño financiero son las más diestras para sobornar y obtener mayores beneficios por su “inversión”. La efectividad y severidad de los mecanismos de rendición de cuentas y de monitoreo sobre los altos mandos empresariales son otros factores determinantes en los niveles de otorgamiento de sobornos por parte de las empresas.
Programa de Cultura de la Legalidad
Publicación de México Unido Contra la Delincuencia, A.C.
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