Los padres que trabajan no tienen el control de sus hijos, más bien son manejados por ellos. Están carentes de herramientas, tiempo y paciencia para dirigir una crianza responsable. Se sienten presionados por cumplir laboralmente para lograr sus metas económicas o de desarrollo profesional.
Los padres que trabajan abandonan notablemente sus labores parentales en pos de un mejor estándar de vida..
Las necesidades económicas y/o de desarrollo personal han hecho que ambos padres salgan a trabajar fuera del hogar, dejando a sus hijos solos o a cargo de terceros. Las largas jornadas de trabajo sumadas al tiempo que demoran en los traslados, hacen que los padres se alejen durante muchas horas del hogar, desconectándolos del quehacer diario de su hijo y haciendo casi nula su interacción. Generalmente llegan al hogar cuando éstos están dormidos o casi vencidos por el sueño, no permitiendo la sana y necesaria comunicación con ellos. Las exigencias de producción actual tampoco permiten el uso de los medios para mantener una conexión con sus hijos, en consecuencia se suma al abandono físico, el comunicacional. La actividad laboral aleja a los padres de sus hijos.
Desde el momento en que fueron divulgados los derechos del niño, surgió una especie de mito, el cual hacía entender que los niños sólo tenían derechos, dejando de lado sus deberes. Ante esta situación los padres asumieron que debían marginar de sus vidas la palabra castigo, sinónimo de golpes, entendiendo que dejaban de existir las normas y había que desechar las conductas dictatoriales hacia ellos. No conciben otras formas de castigo, por ejemplo dejar a sus hijos e hijas sin televisión, sin computadora, sin salir a la calle. Obviamente esto intimida a cualquier padre. Los padres en general no reconocen que los hijos deben tener sanciones para las conductas no deseables.
Dadas estas situaciones los padres se ven sobrepasados con la crianza de sus hijos y endosan sus responsabilidades en la persona que los reemplaza en el hogar, sea ésta la abuela, una tía, la nana y hasta al hijo mayor. Del mismo modo acusan a la escuela de no cumplir su rol, perdiendo de vista que hay una infinidad de conductas que se aprenden en la casa y pretenden que la escuela con su jornada escolar completa mande al niño educado y sin tareas. Pero a la hora que la sustituta del hogar o la Escuela, se atreva a poner límites, ponen el grito en el cielo y no reconocen derechos en ellos. Los padres pretenden a costa de otros, desarrollarse en su trabajo y olvidan su más importante rol, ser padres.
El abandono de los padres a su labor está poniendo en riesgo la estabilidad emocional de sus hijos e hijas. Estos se sienten abandonados a su suerte con relación a sus actividades diarias y carentes de afectos. Sienten que no son tan buenos o tan perfectos para ser tomados en cuenta y amados. Los padres concientemente o no, evaden sus obligaciones y se escudan ingenuamente en su trabajo, utilizándolo como excusa y se arrojan el derecho de culpar a otros de sus abandonos, sintiéndose así inmunes a todas las criticas y reclamos. Estos padres deben entender que poner reglas a sus hijos e hijas, más que un trauma, afianzará en ellos su estabilidad emocional. Deben aprender que sólo la familia crea las bases de la identidad y desarrolla la autoestima de los niños y niñas.
Sólo así tendrán hijos-adultos equilibrados y felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario